Pino marítimo

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Pinus pinaster Solander

Pinus pinaster, un poco reducido. (Original de Núñez, según un ejemplar de Mañanes, Gerona

Sinonimia

cast., pino rodeno, pino rodezno, pino de las Landas, pino rubial, pino borde (como, en general, a los pinos bravos, que no dan piñones comestibles); port., pinheiro-bravo; cat., pi marítim, pi bord. Pero téngase en cuenta que en nuestra Península los nombres usuales de los pinos son los más variables de una a otra comarca, y que el pino negro de un país puede llamarse pino blanco en otro. Hemos preferido el de pino marítimo por el gran arraigo que tiene en farmacia


Descripción

Lo mismo que el abeto, los pinos traen sobre un mismo árbol las flores masculinas y las femeninas; aquéllas constituidas por gran número de estambres apiñados, de abundante polen amarillo, que sueltan en primavera; las femeninas agrupadas en los llamados conos, que dieron nombre a las coniferas, dichos también estróbilos, y que cuando maduran las simientes forman las piñas. Los pinos tienen dos clases de hojas: cuando en primavera echan sus candelas, que son los vástagos jóvenes, tiernos y muy enhiestos, se pueden ver bien unas hojitas rubias y membranosas, que recubren la desnudez de aquellas candelas. Pero debajo de ellas ya se hallan las agujas incipientes, del pino, que nacen de dos en dos en su axila. Estas hojas membranosas se desprenden pronto, y las agujas se desarrollan siempre acopladas, y unidas en la base por una membranita, sobre un brevísimo soporte que representa una ra- mita axilar incapaz de mayor crecimiento. Las piñas están formadas por numerosas escamas densamente imbricadas, cada una de las cuales remata en una especie de escudete rombal de forma diversa según las especies.

El pino marítimo es el que produce las agujas más recias de todos los que da el país, y las más largas, porque a menudo llegan, si no rebasan, a 1 palmo de longitud. También las piñas son las más largas de los que se crían naturalmente en esta Península, con frecuencia aglomeradas, y sostenidas por un cabillo tan corto, que puede pasar inadvertido. El escudete de sus escamas es grueso, apiramidado, con una a modo de quilla transversal muy aparente, y con una especie de pezoncito en el centro.

Florece en primavera, y madura sus piñas en otoño del año siguiente.

Se cría

En los terrenos sin cal o descalcificados, sobre todo en los arenosos, de gran parte del país, desde las comarcas gerundenses del Ampur- dán y la Selva hasta las costas de Portugal. Es árbol de tierra baja, que convive con brezos y jaras. Falta en las montañas elevadas, en los suelos arcillosos y calcáreos compactos y áridos. A menudo se halla plantado en las comarcas boreales de España, donde no existe como especie autóctona desde el País Vasco hasta Galicia; pero abunda en las Landas del sudoeste de Francia, extendido actualmente por el cultivo.

El nombre de pino rodeno debe entenderse como pino del rodeno, porque no alude a lo bermejo de su tronco, como ocurre en el pino albar; lo llaman así porque en los terrenos triásicos se localiza en aquellas areniscas rojizas que dan la piedra de amolar y las aguas más finas y sin cal.

Desde el punto de vista medicinal, lo más importante de este pino, y, en general, en todos los pinos, es la llamada Trementina. Como dice Gómez Pamo («Tratado de Materia farmacéutica vegetal»), «esta trementina está localizada en la corteza y en las capas más exteriores del leño. Antiguamente, se obtenía haciendo muescas en el tronco del vegetal, por las que fluía a lo largo del mismo, recogiéndose en un hoyo practicado en el suelo. Así resulta muy sucia, aunque se filtre. En la actualidad se sigue un procedimiento más racional. Se practican en el tronco de los pinos, a diferentes alturas, incisiones o muescas longitudinales que se alargan hacia arriba cada cuatro o cinco días, y que penetran hasta las primeras capas del leño; debajo de ellas se cuelgan cazuelitas de barro para recoger el producto que fluye, renovándolas a medida que se llenan. Se purifica después exponiéndola al sol y filtrándola por paja o por artesas agujereadas. Después de un reposo prolongado quedan las impuridades en el fondo de las vasijas.

»La recolección dura desde principios de primavera hasta el otoño, y como las heridas quedan abiertas, fluye todavía por ellas cierta cantidad de oleorresina, que, solidificándose al aire, constituye el galipodio. En cada árbol se hacen las incisiones durante quince o veinte años». == Composición == La resina, recién sangrado el pino o exudada por él sin intervención del hombre, es un líquido dorado o casi incoloro, límpido y de sabor característico a resina; luego, al aire, se espesa pronto y se empaña.

Según Tschirch y Brüning (1900), en 100 partes de trementina de este pino, llamada trementina de Burdeos, se hallan: ácido pimarínico amorfo, de 6 a 7 partes; ácido pimárico cristalizado (inactivo), de 8 a 10; ácidos pimarólicos a y β, de 48 a 50; esencia de trementina, de 28 a 29; resenos, de 5 a 6; sustancias amargas, de 1 a 2; ácido succínico, agua, etc.

Como se ha indicado, casi una tercera parte de la trementina es esencia, que se obtiene destilándola con agua o con vapor recalentado. Se llama también aguarrás. Es un líquido incoloro o ligeramente amarillo, con olor que recuerda el de la trementina, y sabor fuerte, picante. Contiene principalmente pineno.

Como residuo de la destilación de la trementina queda la resina que estaba disuelta en la esencia, llamada colofonia o pez griega (pega grega, en catalán). Cuando la esencia contenida en la trementina extravasada se volatiliza espontáneamente, la resina resultante, en vez de colofonia, se llama galipodio. La colofonia es el anhídrido del ácido llamado abiético.

Virtudes y uso

Tanto la trementina como la colofonia se emplean en la confección de diversos emplastos, ungüentos, linimentos, etc., que irritan la piel en mayor o menor grado, según la susceptibilidad de las personas.

El antiquísimo ungüento regio o basilico (por viciosa prosodia, basilicón) se elabora fundiendo colofonia, trementina, cera amarilla y sebo, 1 onza de cada cosa, con 3 onzas de aceite de olivas.

Contra el reuma y otros dolores, cuando se frota con aguarrás, la piel se ruboriza y acaba encendiéndose en una gran inflamación, según la insistencia de las friegas y el grado de receptividad del individuo; simplemente aplicado, si la acción perdura, puede levantar ampollas. En reducida proporción, con estas fricciones el aguarrás pasa a través de la piel.

En inyecciones subcutáneas provoca un gran tumor, calificado de absceso de fijación en los tratamientos antiinfecciosos, en plena decadencia desde el uso de los antibióticos. Por vía bucal se emplea raras veces en los catarros bronquiales crónicos, en las llamadas bronquitis pútridas, y, en otros tiempos, en las inflamaciones de las vías biliares y urinarias. En medicina familiar no es prudente usar el aguarrás o esencia de trementina como no sea a dosis muy pequeñas, de 1 a 3 g al día nada más, batido en agua azucarada o melada, y distribuido en varias tomas. En Portugal se usa el agua trementinada, que puede prepararse con 1 onza de esencia de trementina y 1 1 de agua. Se echan en una botella y se agitan varias veces al día; al cabo de una semana se filtra. Con esta agua y doble cantidad de azúcar, en frío, se prepara un jarabito casero contra la tos y la bronquitis. Es de advertir que si se ingiere esencia de trementina, se elimina por medio del sudor y con el aliento, que huelen a aguarrás. También adquiere la orina un olor especial a violetas. Para desobstruir los bronquios acatarrados se hacen inhalaciones con esta misma esencia, y también aquellos vahos caseros, con agua hirviendo y un chorrito de aguarrás.

En todos estos casos, sin embargo, mejor que hacer uso de la esencia de trementina, para dulcificar la tos y combatir los catarros bronquiales, es preferible emplear los cogollitos tiernos de este pino o de otro pino cualquiera, que para el caso vienen a ser lo mismo. Lo mejor de todo es hacer uso de ellos recién cogidos; pero raras veces sucederá que se requiera su empleo durante los escasos días adecuados para su recolección. Por tanto, bueno será proveerse de ellos en tiempo propicio, desecarlos rápidamente y guardarlos al abrigo del aire, de la luz y de la humedad, en frascos o cajas bien cerrados. Las yemas de pino se toman en infusión, que se prepara con 1 onza de ellas y 1 1 de agua hirviendo; echadas al agua, se tapa el cacharro inmediatamente, se retira de la lumbre y se deja enfriar. Tratándose de una medicina anticatarral, nuestras gentes prefieren el azúcar cande o el moreno para endulzar esta infusión. Por lo regular, la cargan mucho de azúcar, y aun puede echarse tanto que más parezca jarabe que agua azucarada. Se administra a tazas, de 4 a 6 al día, bien calentitas. Procúrese recoger los indicados cogollitos en estado de yemas, así que quieran estirarse y formar las candelas, todavía recubiertos por aquellas hojitas membranosas y rubias que los envuelven en saliendo del invierno.

De la leña de pino se saca la pez, generalmente por gentes rústicas y por procedimientos rudimentarios, quemando las astillas en un hoyo apropiado, la peguera, y dispuesto de tal modo que el pino no se inflame y vaya consumiéndose lentamente, al propio tiempo que suelta la pez. Los pegueros conocen bien los secretos de esta extracción, como los rifeños la del alquitrán de sus alerces (al-larz o al-lerz), que no son otros que los cedros del Adas, según tengo referido en «Organización y desarrollo de una campaña botánica en el Rif» (Boletín de Farmacia Militar, 1927 y 1928).

Esta pez, untuosa y negruzca, se emplea contra la roña de los ganados, para sanar diversas enfermedades cutáneas de los mismos, y aun otras dolencias que uno diría sin relación alguna con aquel parchecito que suelen llevar puesto en la cabeza.

Historia

El conocimiento de las resinas y oleorresinas es antiquísimo. En la «Materia médica», Dioscórides trata de ellas a continuación del terebinto, en el cap. 73 del Libro I. Dice así, tomado de Laguna: «La resina líquida, que del pino y de la pícea destila, se trae de Francia y de la Tosca- na. Empero antiguamente se traía de Colophon, ciudad asiática, de donde se vino a llamar colo- phonia. Tráese también de aquella parte de la Galatia que es vecina a los Alpes una suerte de resina la cual llaman laricina los comarcanos. Ésta, lamida por sí o con algún lectuario, es singular remedio contra la tose antigua. Difieren las resinas en el color; porque una es blanca, otra de color de aceite y otra de miel, como la laricina. Destila también del ciprés una resina líquida, la cual a las mesmas cosas es útil. De las resinas secas, una mana de las piñas del pino, y llámase strobilina; otra del abeto; otra de la pícea; y, finalmente, otra, del pino. Has de escoger la más olorosa de todas, la transparente, la que ni es tostada ni demasiado húmida, sino que se parezca a la cera y fácilmente se desmenuce. La resina de pícea y abeto, en valor, sobrepuja a todas las otras, porque son olorosas y se parescen en su olor al encienso. Vienen, las más excelentes, de Pityusa, isla vecina a España. No tienen que ver con ella las que de la pícea, de las piñas y del ciprés destilan, ni muestran tanta eficacia, dado que (léase, aunque) usamos dellas para las mesmas cosas a las cuales aquéllas son útiles. La resina del lentisco corresponde a la terebintina. Quémase toda resina líquida en un vaso de cuatro (léase, cuanto) tanta capacidad cuanto es el humor que meter se tiene. Metido, pues, de resina un congio y dos de agua llovediza, juntamente y a manso fuego, se cuecen, mezclándose sin cesar, hasta que, perdido su natural olor, la resina se tome frágil y muy tostada, de suerte que obedezca a los dedos. La cual, después de enfriada, se guarda en un vaso de tierra por empegar. Hácese la resina muy blanca si después de deretida se cuela para que se aparte della toda la suciedad. Quémase también la resina, sin agua, primeramente con fuego templado, y después con mucho mayor, cuando ya se endurece. Tiénese de cocer sin cesar tres días con sus noches, hasta que de sus propiedades quede desamparada, y entonces se ha de guardar como arriba dijimos. Empero las que son secas basta que se cuezan un día entero. Las resinas quemadas son útiles para la composición de los olorosos emplastos y de las medicinas que mitigan cansancio, y para teñir los ungüentos. De la resina, ni más ni menos que del encienso, se coge hollín, útil para adornar las pestañas y cejas; el cual sirve también a la corrosión de los lagrimales y a las pesadas palpebras y ojos que siempre lloran. Hácese también dél tinta para escribir».

De los comentarios de Laguna, prescindiendo de cuanto se refiere al terebinto, tomamos los párrafos siguientes: «La que vulgarmente se llama co- lophonia por las boticas no es otra cosa sino aquella especie de resina cocida cuyo cocimiento nos enseñó Dioscórides; la qual, dado que (aunque) se halle de diversos colores, como cristalina, jacintina y bermeja, todavía no procede aquella diversidad sino de la diferencia de las resinas de las cuales fue fabricada. Todas estas resinas calientan y son desecativas de humores, aun que unas más y otras menos. La que mana de la piña del pino, llamada strobilina, es la más caliente y aguda; después desta la del abeto; y tras éstas la terebintina...».

En la isla Pitiusa, es decir, en la llamada actualmente Ibiza, no se cría sino el pino de Alepo (Pinus halepensis L.), sin alerce ni abeto alguno. Ignoramos a qué clase de trementina pudo referirse Dioscórides.