Ciprés

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Cipres.png
Cupressus sempervirens L.

Ciprés (Cupressus sempervirens) con un gálbulo y flores masculinas.(Original de Sierra.)

Sinonimia

port. y gall., cipreste; alcipreste, alciprés (aucipré, en Niza); cat., xiprer, xifrer, vasc., gau- arbola (árbol nocturno), nekosta, cipresa (según Colmeiro, pero es la palabra castellana ciprés con artículo euzkérico, y mal adaptada, porque nos dice Egileorr que debería ser ziperres). El gálbulo se llama también nuez de ciprés o pina de ciprés; en catalán, cap de morí o closca de mort


Descripción

El ciprés es un árbol que crece muy recto y empinado, hasta de 25 m de altura, con el ramaje enhiesto y tan atropado, que forma una copa larga y estrecha, diríase maciza. En las ramillas, las hojas, que son muy pequeñas, a manera de escamas, se disponen de manera imbricada, en cuatro carreras, con sendas glandulitas dorsales. El ciprés tiene flores machos y hembras, pero en un mismo árbol; las masculinas forman pequeños gatillos ovoides o algo más prolongados; las femeninas son redondeadas y se componen de diversas escamas (hasta 12). Cuando están bien desarrolladas forman un gálbulo globoso, poliédrico, de un verde pardusco, y cada una de ellas parece a modo de un clavo de cabeza poligonal, finalmente muy endurecidas y leñosas. Las semillas están como aplanadas y tienen bordes alados.

Florece en primavera, y madura sus gálbulos en otoño del año siguiente.

Se cría

Casi exclusivamente en los cementerios, donde se cultiva por su carácter funerario. Cuando se planta en los parques, como en Italia, imprime al paisaje una nota grave y solemne, casi tenebrosa, dice Kroeber. Por tales motivos, los vascos debieron de llamarle gau-arbola, árbol de la noche. No es originario de nuestro país, sino traído del Próximo Oriente. Las gentes del Norte, en el soleado Sur, no sólo ven el país de las naranjas, las áureas pomas del Mediterráneo, sino el de los cipreses, los simbólicos árboles de la Muerte, aunque también los balsámicos árboles de la Vida, porque, formando bosquetes, devolvían la salud a cuantos, con el pecho doliente, acudían a ellos a respirar sus auras.

Composición

Según Schimmel, en las ramitas tiernas, con hojas, se hallan cantidades de esencia de ciprés que varían de 0,2 a 1,2%; que otros hacen llegar hasta 2%. Esta esencia se compone en su mayor parte de hidrocarburos (del 65 al 80%), a saber: d-pineno a, d-camfeno, d-silves- treno, cimol-p, /-cadineno; y el alcanfor de ciprés, igual al alcanfor de cedro o cedrol. Contiene asimismo una cetona no bien estudiada aún, cantidades imponderables de un alcohol terpénico de olor a rosas, así como ésteres del alcohol llamado terpineol a con los ácidos fórmico, acético, butírico, etc. Los gálbulos o nueces de ciprés, antes de alcanzar su completa madurez, contienen gran cantidad de tanino.

Virtudes y uso

A causa del tanino que contienen, las nueces de ciprés son astringentes, como ya se reconocía en tiempo de Dioscórides. En las antiguas farmacopeas españolas se hacía uso de él, a menudo acompañado de otras drogas del mismo carácter, como en el ungüento de la condesa, con agallas verdes, frutos de arrayán, corteza de granadas, granillos de uva, simiente de llantén, más alumbre de roca y almáciga. Esta composición, hecha ungüento con aceite de arrayán y cera amarilla, se alababa mucho para precaver el aborto, para curar la debilidad del útero, del vientre y riñones, para las procidencias del ano y del útero.

«Después de una experimentación que data ya de algunos años —dice el Dr. Leclerc— puedo afirmar que las nueces del ciprés constituyen, realmente, un vasoconstrictor de gran eficacia en las afecciones del sistema nervioso, cuya acción es la misma que la de la Hamamelis virginica, si no superior a ella (véase «Journal des Praticiens», 1919). En el tratamiento de las varices, añade, en los trastornos de la menopausia, en las metrorragias (tanto si son originadas por un simple estado congestivo del útero como por degeneración esclerótica o miofibromatosa del mismo) y, de manera especial en el tratamiento de las hemorroides, hemos obtenido resultados excelentes; en este último caso, los paquetes hemorroidales disminuyen de volumen y se reducen más fácilmente, menguan el tenesmo y el dolor, y se aminora hasta cesar por completo el flujo sanguíneo.»

«El ciprés decía la Casa Dausse en su noticia acerca de “Les drogues indigénes de remplacement”—, muy empleado en otros tiempos, olvidado en nuestros días, parece corresponder con ventaja a los múltiples usos que el moderno terapeuta hace de la hamamelis. El ciprés contiene un tanino que goza de las mismas propiedades que el de aquella planta americana, el avellano de bruja (witch hazel), a la cual se ha propuesto para sustituirla. Actúa lo mismo que la hamamelis contra toda suerte de hemorragias pasivas, etc.»

Para uso interno se recomienda utilizar el cocimiento de la nuez de ciprés, no bien madura, que se prepara con 1 onza de ella, bien machacada, y 11 de agua, en la cual se deja hervir durante diez minutos. Se toma una taza antes de cada comida. Este mismo cocimiento, preparado de la misma manera, pero en mayor cantidad, se utiliza para uso externo, en baños de asiento, contra las hemorroides, lo más caliente que se pueda resistir. Para conseguir el mismo efecto de manera más radical, el mismo Dr. Leclerc recomienda los supositorios, y manda prepararlos con 15 cg de extracto blando de nuez de ciprés; 2 cg de extracto de opio y otros 2 cg de extracto de belladona, más 5 g de manteca de cacao. Como este supositorio se pueden usar hasta tres por día, según el mismo autor.

Gattefossé, mencionado por el propio Dr. Leclerc, dice que la esencia de ciprés, echada en agua hirviendo, da vahos adecuados contra los accesos de la tos convulsiva, la llamada usualmente tos ferina, y contra la tos incoercible que a veces sucede a ciertos tipos de gripe.

Historia

Dioscórides da por bien conocido el ciprés, porque no lo describe, y en el cap. 8.2 del Libro I le atribuye las siguientes facultades: «Resfría y restriñe el ciprés. Sus hojas, bebidas con vino paso y con un poco de mirra, refrenan los humores que destilan a la vejiga y son útiles a la retención de orina. Sus nueces, molidas y bebidas con vino, aprovechan a los que arrancan sangre del pecho, a la disentería, a cualquiera flujo de vientre que procede de flaqueza de estómago, al asma y, finalmente, a la tose. Su cocimiento sirve a las mesmas cosas. Majadas con higos secos, ablandan las durezas y sanan los pólipos que se engendran dentro de las narices. Cocidas en vinagre y majadas con altramuces, extirpan las uñas sarnosas. Aplicadas en forma de emplastro, defienden que no desciendan a la bolsa las tripas de los quebrados. Las hojas tienen la mesma fuerza. Créese también que las nueces, puestas en sahumerio, con la cima del ciprés, hace huir los mosquitos. Las hojas, majadas y puestas sobre las heridas frescas, las sueldan y restriñen la sangre. Majadas con vinagre hacen negro el cabello. Aplícanse por sí solas o con puches de harina, contra el fuego de Sant Antón, contra las llagas que van cundiendo, contra los carbúnculos y contra los inflamados ojos. Mezcladas con ceroto y aplicadas, dan vigor al estómago».

Dicen así los comentarios de Laguna: «Hállase del ciprés macho y hembra, de los cuales el macho hace muy esparcidos los ramos, y la hembra, por el contrario, juntos y muy apiñados. Era el ciprés, antiguamente, consagrado a Plutón, y por eso se solían desparcir sus ramos a las puertas de los defunctos. El perfectísimo ciprés nace en Candía, adonde, sin sembrarlos ni cultivarlos, crecen a cada paso infinitos y muy viciosos. Produce el ciprés sus nueces tres veces al año; conviene a saber, por enero, por mayo y por septiembre; la simiente de las cuales es tan pequeña y menuda, que con gran dificultad se discierne. No pierde jamás el ciprés sus hojas, antes está siempre verde. Distila de aqueste árbol una cierta resina, semejante a la laricina, harto mordaz y hirviente al gusto. Sus hojas, majadas y puestas entre cualquiera simiente, la defiende de todo gusano. La madera del ciprés, por vieja que sea, nunca siente carcoma, y da de sí un suavísimo olor, y guárdale para siempre, aunque ofende con él, notablemente, al celebro, y por eso es muy dañoso a los subjectos a gota coral. Las nueces del ciprés, que algunos también llaman gálbulos, desecan con tanta calor y agudeza, cuanta basta solamente para hacer penetrar su estipticidad hasta las partes profundas. Llaman algunos al abrótano hembra chamecyparisso, que quiere decir bajico ciprés, y esto porque le parece infinito en las hojas».