Amanita Muscaria

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Amanita muscaria Secrétan

Sinonimia

cat., reig bord, reig tinyós, reig de fageda


Descripción

Los tres nombres catalanes de este hongo aluden ú reig o rey, la amanita cesárea, con los aditamentos de bord, que significa bastardo; tinyós o tinoso, porque en la parte superior del sombrerito de esta especie quedan restos esparcidos del velo universal, que el vulgar ha comparado a las costras de ciertas formas de tiña.; y reig de fageda, es decir, del hayedo, porque si la amanita cesárea suele criarse entre alcornoques, la muscaria es más propia de los bosques de haya.

Sin embargo, esta especie se distingue muy a las claras de la Amanita caesarea con sólo atender a los siguientes caracteres: el pie del sombrerito, también abultado a manera de bulbo, carece de aquella especie de media calza tan característica de la amanita cesárea; el pie, la gorguera y las laminillas, de un amarillo de yema en la cesárea, son enteramente blancos en la muscaria; el sombrerillo no tiene color anaranjado, sino rojo encendido casi siempre (por lo menos en nuestro país), de modo que recuerda, más bien el de las cerezas que el de las naranjas; y en la parte superior del mismo se hallan unos a manera de copos blancos esparcidos, irregulares, de los cuales carece lá cesárea. El benévolo lector podrá completar por sí mismo esta breve descripción con la sugestiva lámina III (pág. lviii), reproducción de una fidelísima acuarela en la que Suzanne Davit nos pinta esta amanita en el suelo de un hayedo.

La amanita muscaria se da a veces en pleno verano, cuando el tempero favorece su medro en las montañas; pero suele venir en otoño.

Se cría

En los bosques de toda clase, tanto de especies frondosas, por ejemplo, entre abedules, en los hayedos y robledales, como en los de pinos y abetos, en tierra baja y en las montañas, principalmente en la mitad septentrional de la Península.

Composición

La Amanita muscaria contiene el alcaloide cuaternario llamado muscarina; ordinariamente, este alcaloide se halla en muy pequeña proporción en el aparato reproductor de este hongo, a saber, de sólo 3 mg/kg de hongos frescos. No sólo esta especie contiene muscarina; la elaboran asimismo la Amanita pantherinay diversas especies de otros géneros, como la Russula emetica,que, como indica su nombre específico, también provoca vómitos y, sobre todos, diversas estirpes del género Inocybe.

La fórmula de constitución de la muscarina se conoce desde hace pocos años. Véase C. H. Eugster y M. A. Waser (en «Experientia», tomo X, 1954) y C. H. Eugster («Helv. Chim. Acta», tomo XXXIX, 1956).

Virtudes

A causa de su complejo tóxico, la absorción de este hongo provoca fenómenos que, al contrario de lo que ocurre con la Amanita pha- lloides, se presentan pronto, a veces al cabo de una hora de haberlo comido o, a más tardar, a las tres horas. El paciente siente gran ardor de estómago, con malestar general, y pronto sobrevienen vómitos y diarreas. Pero el síntoma más característico de esta especie es cierta embriaguez delirante que no se presenta en la intoxicación faloídica, la cual a menudo encoleriza al paciente y, al propio tiempo, le produce alucinaciones, no sólo en lo tocante a la vista, sino también al oído. La orina disminuye, y en cambio se produce abundancia de saliva, hasta el babeo, y de sudor; y la pupila del ojo se contrae.

A veces, sin embargo, no se presentan los trastornos gastrointestinales, sino únicamente los nerviosos. Y aun la embriaguez, en estos casos, puede ser plácida y agradable; tal vez a causa de cierta habituación al tóxico, cuando se trata de aquellas gentes siberianas que toman la amanita desecada como droga alucinante. Sea como fuere, el envenenamiento muscarínico suele evolucionar hacia cierto estado de estupefacción y modorra, y el paciente acaba durmiéndose.

En «Alcaloides et Plantes alcaloüféres», F. Moreau, describe en los siguientes términos una borrachera de amanita muscaria: «El intoxicado, como consecuencia de su envenenamiento, se regocija, se anima y se vuelve locuaz; ríe y canta, es decir, presenta los caracteres de una feliz embriaguez. Más tarde, vacila, se cae y se duerme profundamente, como emborrachado. A menudo, al volver en sí, siente pesado dolor de cabeza. Cuando se le ruega que nos refiera sus recuerdos, nos cuenta lo que vio en sueños: Fueron sueños irisados, con espléndidos fuegos de artificio; el encantador espectáculo del firmamento en ascuas, juegos de luces centelleantes; y él mismo se sintió compañero de ruta de las estrellas».

«Y puesto que sabe cómo poder renovar el encantador espectáculo que iluminó sus sueños, por poco débil que sea, se procura de nuevo la amanita que le proporcionó tanta delicia y vuelve al paraíso de los espectáculos coloreados. El organismo, sin embargo, no podría soportar sin menoscabo de la salud la frecuencia de tales desarreglos, y el imprudente entra en un período de decadencia que le conduce hasta la muerte.»

«En ciertas ceremonias religiosas del siglo XVIII, los habitantes de Siberia tomaban la dosis necesaria de esta amanita para embriagarse. Y como el veneno se elimina rápidamente por la orina, los que no se lo habían podido procurar bebían los orines de un intoxicado» .

Saccardo, en la obra antes citada, asegura que este hongo no merece la pésima reputación que tiene; porque en casi el 98% de los casos de envenenamiento que se le atribuyen no llega a producir la muerte.

Por otra parte, la cantidad de principios activos que el hongo escapaz de producir varía de unos países a otros; además, se localizan en la superficie del hongo, de manera que quitándole la piel, como se suele hacer aun tratándose de especies comestibles, se le priva de su ponzoña; finalmente, con lá cocción, en todo o en gran parte, las sustancias tóxicas que contiene quedan destruidas.

La toxicidad de la Amanita muscaria recuerda la de los honguitos mexicanos alucinantes, que producen la sensación de alivianar al hombre y de llevárselo a un paraíso de bienestar. Los deseos precedentes de los intoxicados pueden influir en sus propias alucinaciones, y ver, por ejemplo, cuanto deseaban saber. Pero el poder gozar de éstos bienes es penoso. Requiere cierta habituación hasta esquivar aquellas náuseas, vómitos, etc., de los principiantes; como les ocurre a los que luego podrán ser excelentes fumadores de tabaco, pero a quienes costó lo suyo llegar a la perfección.

Aun a riesgo de ofender su humildad, voy a referir un pequeño sucedido heroico de mi estimado compañero de profesión doctor don Antonio Xiberta; estoy seguro que de haber pensado en la publicidad que voy a darle no me lo hubiera referido. Fue con ocasión de mostrarle la prueba, ya estampada, de la linda Amanita matamoscas de nuestra primera lámina.

En tiempos de la guerra civil española —me dijo—, paseaba yo por las afueras de Gerona cuando, de regreso a la capital y cargado con un cestito vi venir hacia mí, por el mismo sendero que yo iba siguiendo, a un pobre rapazuelo. Al pasar junto a mí me di cuenta de que lo traía llenito de amanitas matamoscas. Y se lo advertí: Estos hongos son malos, le dije, y os vais a envenenar.

El lector ya puede imaginarse cómo caería esta advertencia en el muchachito. Y quien conozca a Xiberta, con cuánta pena se la haría. El hambre era mucha, y el pobre infante que venía tan contento hacia su casa para ofrecer a los suyos lo recogido en el monte con tantos afanes, para comerlo en familia o con la esperanza de vendérselo a otros...

Pero el deber se impuso en la conciencia de mi amigo, y en un santiamén le volcó el cestito y le pisoteó los hongos, porque el mozalbete no daba crédito a los consejos de Xiberta y se empeñaba en llevárselos a casa...

Y hete aquí que todo un coronel de Farmacia Militar —de incógnito, naturalmente—, por ésta su acción benemérita, tuvo que aguantar los denuestos del chico y no pocas piedras con que fue tremendamente obsequiado.

Ni que decir tiene que el muchacho, no siendo del país, desconocía en absoluto los hongos...