Amanita Faloide

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Amanita phalloides Quélet

Sinonimia

cat., pixacá, es decir, «meaperro», en sentido despreciativo



Descripción

Es un hongo de sombrerito, de 6 a 15cm de diámetro y de color, las más veces, verdoso oliváceo, pero también verdoso amarillento, pardusco, ocráceo o muy pálido. En los bordes del sombrerito, examinándolos con mucha atención, se distinguen unas a modo de delicadas hebrillas sedosas, radiales, aplicadas sobre la película que lo reviste. El pie está engrosado en la base a modo de bulbo, y tiene color blanquecino o un si es no es amarillento, y, a veces, muestra en tomo una especie de estampados irregulares de tono verdoso o grisáceo. Se va atenuando insensiblemente hacia lo alto, y en la parte superior hay un anillo o gorguera del mismo color, y con estrías bien perceptibles. A menudo, en la parte superior del sombrerillo quedan fragmentos de la cubierta general del hongo hecha jirones (lámina XV).

Aparece, por lo regular, en otoño, hasta que los fríos o la sequedad detienen su desarrollo; en las montañas puede ya presentarse en verano.

Se cría

En los bosques, mayormente en los de robles y hayas.

Composición

Los principios activos de esta amanita son la falina, de Robert, hemolítica, de carácter glucosídico, fácil de destruir por el calor, y, por tanto, inoperante cuando el hongo se toma frito, asado o en uu guiso cualquiera; la amaniti- na, que Wieland y Hallermayer han obtenido cristalizada; en realidad se trata de tres polipéptidos de núcleo indólico, denominados, α, β y γ; y, finalmente, la faloidina, aislada y cristalizada por Lynen y Wieland, hexapéptido.

Virtudes

La amanitina es hipoglucemiante y cariolítica; actúa con lentitud, y por este motivo exalta la nocividad del hongo. Por consiguiente, a la amanitina se atribuye la gravedad de esta intoxicación, sobre todo a la amanitina a.

La faloidina obra con mayor rapidez que las amanitinas. Provoca la degeneración grasa del hígado, y hemorragias en las vías digestivas. == Síntomas del envenenamiento == El gran peligro que corren los envenenados por esta amanita radica en la aparición tardía de los primeros síntomas de la intoxicación, que raras veces se presentan antes de las 10 o 12 horas de haber comido los hongos, cuando éstos ya se han digerido y la amanitina y la faloidina han sido absorbidas. A veces tardan un día entero, y hasta dos días.

Estos síntomas son diversos. El aparato digestivo responde con vómitos repetidos y dolorosos; con abundante diarrea, a veces sanguinolenta, de muy mal olor, acompañada de pujos y dolores cólicos. El intoxicado se enfría, principalmente en las extremidades, suda, y al propio tiempo, perdiendo el color, se pone lívido o de una palidez cadavérica. .

Tiene sed ardiente. El pulso se hace filiforme, parece extinguirse y, en los casos más graves se acelera su ritmo. Con frecuencia, la degeneración del hígado se manifiesta con fenómenos semejantes a los de la ictericia. El paciente sufre hipogiucemia.

Por lo regular, los síntomas más agudos alternan con momentos en que parece pásado lo más grave, como si se fuera a iniciar una mejoría; pero vuelven el malestar y la ansiedad.

Por último, se presentan el hipo y la parálisis de las extremidades, precedida ésta de convulsiones de aspecto tetánico. La muerte puede sobrevenir a las pocas horas, pero en otros casos es muy tardía. Joaquín Codina, el médico micólogo de La Cellera, en Gerona, refirió el caso de una intoxicación con amanita ocurrido en 1928, que diezmó hasta casi extinguirla a una familia entera; uno de sus miembros, al que se consideraba en vías de salvación, murió cuando llevaba hospitalizado cerca de un mes.

Socorro a los intoxicados

Por lo tardío de la aparición de los primeros síntomas del envenena- miento es poco menos que innecesario recomendar el vaciado del estómago. Por consiguiente, hay que luchar desde un principio contra las consecuencias de la absorción de los tóxicos. Pero se pueden dar purgantes salinos.

Actualmente, se recomienda combatir la deshidratación mediante inyecciones intravenosas de suero glucosado. Steinbrinck ha utilizado con éxito este tratamiento en 1921, empleando uña disolución de glucosa en agua destilada al 20 %; Binet y Marek, en 1937, utilizaron disoluciones de glucosa al 4 %, pero inyectando 4 o 5 por día, de 8 a 10 horas después de la aparición de los primeros síntomas de envenenamiento. Moretti recomendaba propinar 2 inyecciones intravenosas de 30 cm3 de suero glucosado al 20%; más 11 de suero isotónico de glucosa por vía rectaL Al propio tiempo, administraba 100g diarios de jarabe simple, por vía bucal.

En lugar de glucosa, se puede utilizar la sal común, en disolución acuosa al 20%. Con este método, de Le Calvé, las inyecciones se dan de 20cm3.

Parecidos resultados satisfactorios se logran con el empleo de bebidas saladas. En este caso, se recomienda administrar al paciente un vaso de agua con una cucharada de sal común (cloruro sódico) cada media hora. Pefb poco a poco se irán espaciando las tomas de agua salada.

Según nuevos trabajos de Cheymol y Pfeiffer, en vez de emplear la sal común sola, da muy buen resultado el uso mancomunado del cloruro sódico y la cortina, porque los tóxicos de esta amanita dañan también las glándulas suprarrenales.

No hace muchos años que se creyó posible combatir las intoxicaciones faloídicas administrando a los pacientes tres estómagos y siete sesos de conejo reducidos a papilla. Este método, dice Heim, de quien tomamos estos informes («Cham- pignons», tomo I, pág. 158; 1957) descansa sobre el principio de la inmunidad del conejo ante el veneno falóídico, pero esta creencia se ha revelado inexacta. Según Heim, hay que prescindir por completo de este método.

Historia

Como es natural, éntre aquellos hongos que «ofenden por su natura», como dijo Dioscórides, no pudo faltar esta amanita faloide, porque pertenece a aquellas «suertes de hongos que, no sólo por su cuantidad, empero también con su cualidad, despachan», según afirma Laguna en sus comentarios al mismo cap. 23 del Libro VI de Dioscórides.

Pero donde se perfila bien a las claras la ponzoña de la Amanita phalloides es en la relación que pone Mattioli al final del mismo capítulo, cuando nos refiere los síntomas de la intoxicación por los hongos que traen veneno, y se expresa en los términos siguientes «Pero conviene tener presénte que son mucho peores aquellos hongos ya de por sí nocivos porque no solamente ahogan y estrangular a los que los comen, sino que les ulceran las tripas, hinchan el estómago y el cuerpo, provocan el hipo, dan pesadumbre, producen amarillez en toda la persona y restañan h orina, a todo lo cual siguen otros espantosos y mortíferos accidentes, a saber, frío, temblores, pérdida del pulso, sudores glaciales y, por fin, la muerte».

Observación

La Amanita vema es tan semejante a la A. phalloides, que Maire la redujo a simple variedad de ésta; tiene blancos tanto el pie como el sombrerito, pero éste, a menudo con una mancha ocrácea hacia el centro. Suele desarrollarse en primavera en las tierras sin cal.

La Amanita virosa es también del mismo grupo; y de una blancura inmaculada, con el pie afelpado. Vive asimismo, de preferencia, en los suelos silíceos, arenosos y algo húmedos. Prefiere las montañas, donde ya aparece en verano.

En Cataluña, la Amanita vema fue indicada por Codina en La Cellera; de la Amanita virosa, que sepamos, no tenemos ninguna indicación. En cuanto a sus propiedades tóxicas son parecidas al as de la Amanita phalloides.