Agárico blanco

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Polyporus officinalis Fries

Polyporus officinalis, el hongo del alerce, según lo representó Mattioli en el siglo XVI.

Sinonimia


Descripción

El micelio de este agárico infec­ta los alerces y los cedros, y sus aparatos: esporíferos aparecen al cabo de un año o más en los tron­cos de los árboles respectivos, a diversas alturas de ellos. No están sostenidos por ningún soporte, sino que aparecen pegados al tronco por uno de sus costados, y su figura recuerda el casco de un ca­ballo o es más o menos redondeada. Tienen consistencia carnosa o corchosa, protegidos en la cara superior por una cáscara con surcos y verrugas irregulares, en general de color blanquecino o un poco amarillenta, a menudo con zonas más oscu­ras. La parte interna, carnosa, es blanda y flexible, aunque más tarde, con la desecación, se vuelve quebradiza. Los tubos de la cara inferior son cor­tos y delgaditos. Cuando fresco, el agárico huele a setas o a harina fresca; después, a moho. Hay ejem­plares muy grandes, que llegan a pesar kilogramos. Su desarrollo puede durar muchos años.

Se cría

Sobre los alerces, árboles coniferos, que nq se dan en España. De modo que no estuvo en lo cierto Quer («Flora española», tomo II, págs. 182 y 187) cuando dijo que lo observó en los montes de Cataluña, como en Sant Joan de l’Erm y en un bos­que del lugar llamado Fomols. En cambio, crece sobre los cedros (Cedrus atlantica)del norte de Áfri­ca, en Argelia, donde ya lo señaló Maire, y en Ma­rruecos, donde lo descubrió el ingeniero de montes Sánchez Cozar, según refiere en una detallada pu­blicación otro ingeniero forestal, Benito Martínez («El agárico blanco en los cedrales del Marruecos español», publicado en los «Anales del Jardín Botá­nico de Madrid», tomo IV, págs. 75-120).

Recolección

Recién arrancado, el hongo se monda quitándole la corteza o cáscara, que es de color amarillento pardusco o rojizo; y luego de mondado se divide en trozos para la más rápida desecación. Estos fragmentos tienen color entre blanco y pajizo, y estructura fibrosa.

Composición

Contiene notables cantidades de materias resinosas, variables de irnos a otros ejemplares, y según la época y el lugar de la reco­lección, junto con agaricol, colesterina, fitosteri- na, alcohol palmitüico, un hidrocarburo, una pa­rafina, etc. El principio activo es la agaricina que, a la proporción del 14 al 18 %, se separa con las materias resinosas.

Virtudes

La agaricina o ácido agaricínico produce irritación intensa por ingestión o aplica­ción local cuando se emplea en pequeñas dosis, paraliza las terminaciones nerviosas de las glándu­las sudoríparas, por lo cual se hace uso de este hon­go para combatir los sudores nocturnos de los tísi­cos, así como los sudores profusos, siempre que se considere conveniente evitarlos. En mayores dosis actúa como laxante o purgante. La agaricina puede producir intensos dolores de cabeza; mas, por lo general, el paciente acaba por habituarse a este re­medio sin otros trastornos. Asociada con papaveri­na, teofilina, etc., se administra también contra el asma bronquial. Por sus propiedades irritantes del tubo digestivo, a veces se asocia a la agaricina algún medicamento opiado o el mismo opio, que contra­rrestan sus actividades en aquel sentido.

Saccardo, siguiendo a Roch, coloca el agárico blanco en la serie III, que corresponde a aquellas especies que producen gastroenteritis por acción directa sobre las muco­sas del tubo digestivo.

Uso

Su empleo como antisudorífico es rela­tivamente moderno, porque no empezó hasta el siglo xviii, y como el de tantos otros remedios excelentes es de origen popular. Para combatir los sudores de los tuberculosos se da en pequeñas do­sis, a lo sumo de 1 g antes de acostarse. En dojsis mayores, por ejemplo, de 2 a 3 g, actúa como eva­cuante del tubo digestivo.

Desde fines del siglo pasado, en la medicina facultativa se emplea de preferencia la agaricina para conseguir los mismos resultados que con el agárico blanco; en general en dosis de 0,1g, es de­cir, unas cinco veces menores que las que se pro­pinan del hongo.

En los países donde se cría, este hongo constituye la base de cierto elixir de larga vida, junto con otros vegetales, alcohol y azúcar.

Historia

El agárico blanco se emplea en medicina desde remotos tiempos. Dioscórides nos habla de él como si fuera una raíz que surge lateralmente de los troncos, criterio que se tuvo por bueno en sus tiempos y en aquellos países tan poco aficiona­dos a los hongos. Interpretados por Laguna, los textos de Dioscórides dicen así: «Dícese que el agá­rico es úna raíz semejante al silphio,empero no tan espesa como él por la circunferencia, sino espon- giosa y rala. Hállanse dos especies de agárico, quie­ro decir macho y hembra. Hace ventaja al macho la hembra, la cual tiene dentro de sí ciertas venas derechas. El macho es redondo y muy conforme en todas sus partes. El uno y el otro al principio es dulce, empero después, como va penetrando la len­gua, se muestra amargo. Nace en aquella región de Sarmatia que se dice Agaria. Algunos afirman que es la raíz de cierta planta, el agárico; otros, que nace de corrupción, como los hongos, sobre troncos de árboles. Crece también en la Galatia de Asia y en la Cilicia, sobre lps cedros, empero frágil y de poco vigor. Tiene el agárico virtud caliente y estíptica. Es útil contra los torcijones del vientre, contra la indi­gestión, contra las rupturas y espasmos de nervios y contra las caídas de alto. Danse dos óbolos del, con clarea, a los que no tienen fiebre; y a los febri­citantes, con agua miel. Dado cuanto una drama (léase, dracma), es útil a los que padecen del híga­do, a los asmáticos, a los ictéricos, a los disentéricos, a los que tienen dolor de riñones o no pueden orinar, a los que ahoga la madre, y, finalmente, a los descoloridos. Dase con vino paso a los ptísicos, y con miel y vinagre a los que tienen crecido el bazo. Mascado y comido, ansí, solo, sin otra mezcla de humor, sirve contra las flaquezas de estómago y contra los regüeldos acedos. Bebidos tres óbolos del, con agua, restriñen la sangre del pecho, y si se beben con oximel, sirven contra la esciática, contra los dolores de las joncturas y contra la gota coral; de más desto, provocan el menstruo y resuelven la ventosidad de la madre. Dado el agárico antes del paroxismo, quita los temblores febriles. Bebido con agua miel, cuanto una o dos dramas (dracmas), re­laja el vientre; y si se bebe una drama dél con un poco de vino aguado, es remedio contra los vene­nos mortíferos. Socorre admirablemente contra las puncturas y mordeduras de las serpientes, bebido también al peso de tres dramas, con vino. En suma, el agárico es útil contra todas las enfermedades in­trínsecas, dándose según la virtud y edad de cada uno, con agua a éstos, a aquéllos con vino, a otros con oximel y, finalmente, con agua miel a otros».

Tomamos de Mattioli, tan buen conocedor de los hongos, los comentarios siguientes: «El agárico es un hongo que nace sobre los árboles, y, como decimos en el cap. 71 del Libro I, se cría ex­celentísimo en los alerces de las montañas de todo el Trentino, en las cuales lo he colectado con mis propias manos y obtenido infinitas veces bellísi­mas muestras de él. Mas, aunque Plinio diga en el cap. 8 del Libro XVI que en Francia el agárico nace sobre todos los árboles que producen bello­tas, sin embargo, en el Trentino y en otros lugares de Italia no se cría sino en los alerces. Dioscórides dice que en Galatia de Asia y en Cilida se da en el cedro, sin hacer mención alguna de aquel del aler­ce ni del de los belloteros. En el Libro VI de las facultades de los simples, Galeno trató del agárico calificándolo de raíz y expresándose en los si­guientes términos: La raíz del agárico, que nace del tronco, es dulce al principio, pero luego amar­ga, y es un poco aguda y ligeramente astrictiva. Por todos estos caracteres, es raro, pero manifies­to, que este medicamento se compone de sustan­cias aéreas y térreas, pero subtilizadas por su natu­raleza cálida. En el agárico, verdaderamente hay poca materia acuosa, y por razón de ello tiene vir­tud digestiva, incisiva y aperitiva de todas las visce­ras. Pero guarece valientemente a cuantos, por opilación del hígado, se les derrama la hiel. En su tratado de los simples, Mesué escribe sobre el agá­rico y se expresa así: El agárico resuelve la flema gruesa y la cólera bermeja, y tiene la propiedad de mundificar el celebro, los nervios, la sensibilidad y los músculos, y de echar fuera las materias acumu­ladas en la nuca y en las partes circunvecinas. Mundifica también el pecho y los pulmones de humores pútridos y gruesos, y, semejantemente, el estómago, el hígado, el bazo, los riñones y la ma­triz, y desembaraza de materia las junturas, y por esto Demócrito llamó al agárico medicina fami­liar, sabiendo cuánto conviene a todos los miem­bros del cuerpo, tanto interiores como externos. El agárico vale contra todos los dolores intrínsecos.

Es admirable para atajar los dolores inveterados de la cabeza, el mal caduco y los vértigos. Cura toda suerte de opilaciones, y por esto es útil a los hidrópicos y a los que padecen del bazo. El agárico pro­voca la orina y los menstruos, extermina los gusa­nos del cuerpo y da buen color. Este hongo se llama agárico porque (como escribió Dioscórides) nace copiosamente en Agaria de Sarmatia».

En sus comentarios a este mismo capítulo, Laguna parece haber hecho más caso de Plinio que de la experiencia de Mattioli, cuando asegura que este agárico «nace principalmente sobre el tronco del lárice y sobre los de muchos otros árboles que pro­ducen bellota»; y es bien raro que añada a conti­nuación, «como consta por la experiencia a los que ordinariamente con sus propias manos le arrancan en las montañas de Saboya y del Trento», como si Mattioli no asegurase todo lo contrario.

En cuanto a lo dicho por el propio Mattioli acerca de la opinión manifestada por Dioscórides, según la cual este autor asegura que el agárico se cría en el cedro, se ha visto bien confirmada en la Mau­ritania; y si «no hizo mención alguna ni de aquel del alerce ni del de los belloteros» fiie porque el alerce no nace en el Próximo Oriente, y ni carrascas ni ro­bles parecen adecuados para sostener el agárico.