Abedul

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Abedul.png
Betula verrucosa Ehrh

Abedul y ramita un poco reducida. (Original de Núñez.)

Sinonimia

cast., bedul (en latín medieval bitulus), biezo, bieso; port. y gall., vido, bido, bidoeiro; vi- doeiro, abeduzo, bedolo, bido, bidro, bidúo, bidouro, bidueiro, bídalo; cat., bedoll (en el medievo, bedo- lius; en provenzal, bedulo), abedoll, abedull, bedot, bedut, be<¿ (como en toda la cuenca superior del Garona); vasc., urkhi. En Galicia, el nombre más general parece ser bidueiro, y los colectivos, bidou- reda, biduído, bidueiral; los colectivos catalanes son bedolleda, bedollera, beceda (o besseda; bessedo, en el Languedoc), con el diminutivo becedella, y también becet, becer, bedosa, etc.


Descripción

El abedul es un árbol de buen ver, aunque no suele elevarse demasiado, fácil de reconocer cuando no ha llegado a viejo por la blancura de su corteza, mucho más blanca que la del álamo temblón, con el cual, por sus muchas semejanzas, se confunde a menudo. Las ramitas jóvenes son delgadas y como desmayadas, por lo cual ha llevado también el nombre de Betula pendula. Otros la han designado como Betula verrucosa, por las numerosas verruguitas de sus últimas ramificaciones, las cuales les comunican notable aspereza al tiento. Las flores del abedul nacen antes de que le broten las hojas, son muy pequeñitas, verdosas, y se reúnen en gatillos o amentos colgantes. Hay amentos masculinos y femeninos sobre el mismo árbol; aquéllos se caen así que han cumplido su misión; pero los femeninos se conservan hasta que maduran y se dispersan los fruti- tos, lo cual acontece en pleno verano. Dichos ffu- titos son muy pequeños, con una sola semilla y dos alitas laterales que facilitan su dispersión por el aire. Las hojas de este árbol, de sabor un poco astringente y amargo, tienen figura triangular puntiaguda, aunque a veces algo redondeada en la base, y están sostenidas por un rabillo bien desarrollado, rollizo, con una estrecha ranura en la cara superior. El borde de la hoja tiene dientecitos como el de una sierra, numerosos y desiguales.

Florece en abril y mayo, y madura sus frutos en verano. En el mes de octubre, antes de desprenderse las postreras hojas amarillentas, los gatillos que abrirán sus flores en primavera ya están formados, así como en los sobacos de las hojas las yemecitas que darán ramitos nuevos.

Se cría

En las riberas y humedales de todo el norte de la península Ibérica, desde el extremo oriental de los Pirineos hasta Galicia, así como en otras cordilleras de la mitad septentrional del país; en 1927 la descubrimos en las montañas de Ketama, en Marruecos, como nueva para el continente africano. Es árbol norteño, que cubre grandes extensiones en el centro y norte de Europa; pero en nuestra Península, salvo en Portugal y en la orla septentrional cantábrica, donde desciende a bajas altitudes, se refugia en las montañas, mayormente entre 1.000 y 2.000 m de altitud.

Composición

En las hojas de abedul se han encontrado metilpentosanas, resina, betulalbina, materias tánicas (hasta el 9 %), principios amargos, ácido betulorretínico, pequeñas cantidades de esencia de hojas de abedul (0,04 %) y, según Kroeber, de quien tomamos estas notas, una mezcla de sustancias saponínicas de carácter neutro y ácido todavía no bien conocidas.

En la corteza de abedul se halla betulina, por otro nombre, alcanfor de abedul (hasta el 12 %), que es un alcohol bivalente. Y según investigaciones de Antonio Sosa dicha corteza contiene un heterósido nuevo, el llamado betulósido, uno de los raros monoglu- cósidos de fenol-alcohol secundario encontrado hasta la fecha en el reino vegetal, dice el autor. La propia corteza es rica en materias tánicas (tiene desde 4 a 15 %), contiene pequeñas cantidades de glucosa (del 1,5 a 5%), xilana, pentosanas (en cantidades variables según la época del año, pero más abundantes en primavera que en otoño), esencia de corteza de abedul.

En las yemas de abedul se encuentran mayores cantidades de esencia (de 4,3 a 6,25%), con el alcohol sesquiterpénico llamado betulol, en parte, libre, y, en parte, esterificado con los ácidos acético y fórmico. Asimismo un colorante amarillo, la 5-oxi-7,4’-dimetoxiflavona, que produce ácido anísico.

Virtudes

Las hojas de abedul se emplean como diuréticas. «En 1897 —dice el Dr. Leclerc— Winternitz reconoció que las hojas de abedul, en infusión, podían hacer desaparecer los edemas de origen cardio-renal, así como diversas manifestaciones de la hidropesía. Por influencia de este remedio vio que la cantidad de orina emitida se elevaba desde 400 g hasta 2.000 y aun 2.500 g; cómo la albuminuria disminuía, los edemas y la disnea desaparecían, sin que sobreviniera irritación del parénquima renal. Los ensayos llevados a cabo por Huchard no fueron menos satisfactorios. Este autor cita el caso de un enfermo cardio-arterial que, a pesar de la digitalina, no orinaba sino 500 g. Se le prescribió 11 de tisana de abedul por día, y ya a la mañana siguiente, y los días sucesivos, el volumen de la orina alcanzó 1 1, 1,5 y hasta 2,5 1; y se mantuvo en 21 por influencia del extracto de abedul, propinado durante seis días a la dosis de 0,80 a 1 g. Otros hechos llevaron a Huchard a sentar la conclusión de que el abedul constituye un medicamento muy útil para activar la diuresis, de manera especial en los gotosos.»

La brea que se obtiene por destilación seca de la corteza en varios países del norte de Europa, se emplea en la elaboración de diversas pomadas; tratándose de ciertas enfermedades cutáneas, la brea de abedul se muestra superior a otras breas.

Sangrando los abedules a fines de invierno, cuando la savia mueve y se remonta en el árbol, se recogen cantidades importantes de la misma, en la cual se contienen no sólo glucosa, sino ácido tartárico. Esta savia es capaz de fermentar cuando se le añade levadura de cerveza o de vino, y se convierte en cerveza o en vino de abedul, que se reputan bebidas ligeras y de agradable sabor.

Las poblaciones campestres centroeuropeas estiman la savia de abedul no fermentada como excelente remedio contra las inflamaciones renales y de la vejiga, para purificar la sangre, limpiar la cabeza de los infantes de costras lácteas, perfeccionar la lisura de la ombligada y, sobre todo, para hacer que se desvanezcan las pecas del rostro de las aldeanas. La corteza de los abedules jóvenes es tan impecablemente blanca, lisa, tersa...

Uso

Como diuréticas, las hojas de este árbol se administran en infusión, que se prepara con 1 onza de las mismas y 0,25 1 de agua hirviendo. Se recomienda añadir cosa de 1 g de bicarbonato sódico a la infusión cuando la temperatura de la misma es ya sólo ligeramente superior a la del cuerpo humano, porque el ácido betulorretínico, que es el principio diurético, se disuelve mejor en el agua débilmente alcalina.

La savia del abedul, sin fermentar, se toma a pasto; la fermentada, convertida en cerveza o vino de abedul, se bebe con más moderación.

Historia

Aunque el abedul no es árbol mediterráneo, era conocido en la Antigüedad clásica por abundar en los países limítrofes del norte y por el uso general que se hacía de su madera, de sus ramas y de sus temibles ramillas, las cuales, a guisa de vergajos, se hacían respetar en manos de los preceptores de otros tiempos. El nombre de bolet. tan frecuentemente usado en catalán como sinónimo de cachete, tal vez derive de boulée, la baguette de bouleau, que registra Rolland; así como la biouliée, la zurra, propinada en la escuela con el mismo zurriago.

Pero acerca de las virtudes medicinales del abedul parece que no se escribió nada hasta el medievo; y la primera mención acerca de ellas se atribuye a santa Hildegarda, en el siglo XII.

Más tarde se ensalzaron sus propiedades diuréticas y sus virtudes de disolver las arenillas y las piedras urinarias; y el abedul fue proclamado el «árbol nefrítico de Europa». Quer fue un gran panegirista de sus virtudes, y en el tomo III de su «Flora Española» le dedica nada menos que 20 páginas (desde la 240 a la 260). «En la sierra de Castilla la Vieja —dice— he visto a los pastores hacerse polainas de la corteza de este árbol, para preservarse de la humedad y de los abrojos y espinas. Verdaderamente, no hay cuero que pueda resistir la humedad como esta corteza, por abundar de partes bituminosas, por cuya razón es incorruptible, y ansí, en el pie del Pirineo de Cataluña hacen de ella vasos para beber, que aquellos naturales llaman begulls (“bassulls”), los cuales están siempre metidos en las herradas del agua sin corromporse.»

Acerca de la savia del abedul, añade el mismo autor: «El jugo o licor se coge en el mes de marzo y abril, antes que salgan las hojas de la Betula; porque habiendo salido éstas, el suco que se saca apenas tiene virtud, respecto de que la más notable parte de él se disipa por la nutrición de las hojas. El modo de sacar esta sustancia es en esta forma: Se hace una incisión o se perfora con una barrena en la parte mediana, y otras veces en la parte superior del tronco de la Betula. Al medio del diámetro de estas heridas se aplica cierta porción de copos de lana o algodón, y debajo de ella unas vasijas para recogerle. De esta manera va destilando un jugo o licor tan copioso, que en el término de un día suele destilar 8, y hasta 20 libras de jugo balsámico, de sabor agridulce, agradable al gusto. No parezca exageración el manar en tan poco tiempo una cantidad tan grande de licor, pues M. Chomel afirma que junto todo el jugo que durante la estación referida se extrae de un solo árbol pesará tanto como él mismo, todo entero, con hojas, ramas, tronco y raíces... Suele tomarse por la mañana, en ayunas, en cantidad de 2,4, hasta 6 onzas, solo o mezclado con vino o cerveza... Este zumo tiene muy particular virtud diurética y antinefrítica entre los remedios que preservan y curan de la piedra...».

Observación

En nuestra península, esta especie está representada por la Betula pendula Roth, la Betula carpathica W. y K., diversos híbridos, etc.