Categoría:Filicinas

En las fílicinas, aquella preponderancia del tallo sobre las hojas, que caracteriza los licopodios y los equisetos, ha pasado a la historia; las hojas son notablemente grandes, a menudo más grandes que el propio tallo, que, en muchos casos, se arrastra a flor de tierra o sobre el suelo, convertido en lo que se llama un rizoma. Puede tener escamas membranosas, rubias o pardas, y aun negruzcas, pero las verdaderas hojas se hacen muy ostensibles por su grandeza y su verdor. Hablando con rigurosa exactitud, sin embargo, tampoco son verdaderas hojas; porque la misión de las hojas propiamente dichas es la de cumplir estrictamente con su cometido asimilador, es decir, el de tomar el gas carbónico del aire o el disuelto en el agua y, mediante acciones químicas trascendentales, incorporarlo a la planta transustanciado en productos similares a los propios de ella, asimilarlos a los suyos, para luego convertirlos en materia propia.

En los licopodios, esta misión la realizan asimismo las hojas, pero lo que cuenta en ello no son sus dimensiones, sino su número. Y en los equisetos, sus diminutas hojitas son inoperantes; lo que actúa son el tallo y, sobre todo las ramitas, porque en ellas está lo verde, el talismán de la clorofila.

Las hojas de las fílicinas no sólo cumplen aquellas misiones de transustanciar y asimilar, sino que, por añadidura, producen los órganos adecuados para la multiplicación del vegetal; esto es, los esporangios y las esporas. Pero no un esporangio en cada hoja, como las de los licopodios, ni siquiera unos pocos, como las de los equisetos especializadas en tal menester, sino casi siempre una infinidad de ellos. Por este doble cometido que desempeñan, las hojas de las fílicinas no suelen llamarse hojas, sino frondes.

Estos esporangios nacen en la cara inferior de las hojas, a lo largo de sus venas y venillas, o en sus bordes; raras veces se forman en hojas distintas de las otras o en partes foliares más o menos transformadas. Si hay hojas que se quedan estériles y no dan esporangios, por su aspecto no suelen desmerecer de las demás, ni es fácil las más veces distinguirlas de ellas.